sábado, 31 de mayo de 2014

El Hombre y el Perro

Hércules y Cerbero
Cuenta la historia, que el perro no siempre fue el mejor amigo del hombre. Hubo un tiempo en el que los cánidos eran salvajes y no se relacionaban con los seres humanos.
En aquel entonces, la vida en la tierra era muy hostil y en ésta habitaban multiplicidad de seres de todo tipo. Los elementales del bosque, fueron los primeros en percibir que el ser humano no era de fiar. En el reino animal, esto no estaba muy claro. Fue así que muchos de ellos, los más débiles, para evitar el contacto con el humano, pactaron solo salir en la noche. Mientras el humano yacía dormido, resignando así la vigilia.
Durante un largo tiempo así fue, tal y como se había acordado. Sólo las aves eran quienes se encargaban de sobrevolar el territorio prohibido, habitado por el humano. Así éstas proporcionaban periódicamente, información al reino animal.
Sin embargo, no todos los animales acataron estas reglas. No fue así con los lobos, que eran los reyes de las tinieblas, viéndose desfavorecidos por tener que compartir la vendimia de la noche con otras especies inexpertas, que entorpecían la cacería. Estos se fueron acercando al terreno del hombre, cada vez más. Atraídos por el olor en las fogatas, cada noche observaban detenidamente, cada vez más de cerca, como éstos, descartaban las sobras. Hasta que un día el hambre les pudo más y se dejaron ver. Así fueron los primeros contactos entre el hombre y los lobos. Cada noche estos asistían a los banquetes y los hombres les dejaban las sobras, a cambio de protección.
Este rumor, no tardó demasiado en llegar al reino animal. Fue así que se determinó juzgar a los lobos, y estos fueron expulsados del territorio.
Desde ese entonces, el humano comenzó a utilizar a los lobos a cambio de protección y estos a convivir con ellos en sus cavernas, a cambio de alimento. Así perduró durante miles de años.
El terreno se había tornado cada vez más hostil, los inviernos eran cada vez más crudos y los lobos cada vez más dependientes de los hombres. Éstos, fueron perdiendo el instinto y las mañas, hasta volverse indefensos niños imitadores del hombre. Quien los rebautizó con el nombre de Dog(perro), que al revés es God(dios). Un dios encarnado, con la misión de enseñar al hombre, el amor incondicional. Que con su coleteo, como un metrónomo, marca el tiempo que le resta en su última escala evolutiva, para reencarnar en ser humano.   

martes, 6 de mayo de 2014

El viaje Iniciático

Todas las grandes tradiciones, la literatura antigua, la mitología y las religiones han tratado desde tiempos inmemoriales, el tema del viaje del héroe o el viaje del guerrero. Un viaje arquetípico iniciático, un aprendizaje que supone una transformación para la persona que los realiza, haciendo que la persona iniciada entre en contacto con el uso de un potencial interior que desconocía tener.
Jung interpretó que no sólo tenemos aspectos que nos individualizan, sino que tenemos un universo interior común, al que llamó “inconsciente colectivo”, que nos conecta  con los arquetipos del alma y cuyas imágenes compartimos todos.


En mi experiencia personal, he vivido dos viajes muy significativos, los cuales produjeron  grandes cambios en mi. En este relato, les contaré el primero y más especial.
Era el año 2006, para ese entonces tenía 20 años y me preparaba para emprender un viaje a Bolivia de un mes. No era este el primer viaje que hacía a Bolivia, sino el tercero.
En ese entonces, el motivo principal de mi viaje era presenciar la asamblea constituyente que se daba en ese entonces en el departamento de Sucre. A través de la reforma de la constitución, el presidente Evo Morales, les devolvía la voz y la participación por primera vez, a las comunidades indígenas en el parlamento.
Fue allí en sucre, donde conocí al fotoperiodista Español, Diego Ibarra Sánchez. Con diego, rápidamente entablamos una amistad que perdura intacta en el tiempo. Entre pizzas, cervezas y anécdotas de viajes, diego me comentó que iba de camino a Copacabana, en el departamento de La Paz. Le habían dicho que allí, en un extremo del Lago Titicaca, habitaba un Chamán que realizaba ceremonias iniciáticas, debíamos preguntar por  “La casa del duende”.
No dudé en unirme a él y fue así que unos días más tarde, nos encontramos en Copacabana y fuimos en busca de este chamán.
vista desde la casa de Ángel
Al llegar a su casa, notamos que había un grupo de personas de diferentes nacionalidades y culturas, aproximadamente unas diez personas. Entre ellas, un hombre de aspecto indígena, delgado y muy alto. Se hacía llamar Ángel y tenía acento Colombiano.
Nos invitó a unirnos y sentarnos en círculo junto a los demás integrantes, "Los estábamos esperando, ahora se cerró el círculo -exclamó Ángel-. ¡Están de suerte, en dos días es Luna llena y haremos un Temazcal de sanación con plantas maestras", “regresen en dos días en ayuno y traigan frutas”. 
Con gran expectativa, regresamos a ver a Ángel dos días más tarde. Llegamos a primera hora del día, desde su casa tenía una vista privilegiada del lago titicaca. 
El día estaba radiante y Ángel lucía un ropaje muy particular, con plumas de cóndor.
Pintura hecha Ángel
En el interior de su casa, había pinturas indígenas psicodélicas de gran tamaño, junto a telares con mandalas y fotografías de diferentes deidades del Hinduismo.
Así se nos pasó la tarde, entre largas charlas e historias diversas que relataba Ángel, mientras todos escuchábamos atentamente. Nos explicaba el significado de una parte de la ceremonia, de las voces indígenas nahuátl “calli”: casa, y “temaz”, vapor, es decir, “casa de vapor”.
Al caer el sol, una parte del grupo se dispuso a recolectar madera para preparar una fogata. Allí debían introducirse, una gran cantidad de piedras porosas, que otros integrantes del grupo fuimos recolectando sobre la orilla del lago. Las piedras, se fueron introduciendo en el fuego, tornándose en un rojo intenso.
Mientras tanto Ángel se disponía a moler con un mortero la medicina (wachuma), que al ritmo de tambores y mantrams, fuimos ingiriendo cada uno de los integrantes en cucharas soperas. La ceremonia acababa de comenzar.
A pocos metros del círculo de poder, se encontraba el Inipi. Donde uno a uno, despojados de nuestras ropas, fuimos ingresando sentándonos en círculo. En el centro se encontraba un hoyo profundo, allí debían introducirse las piedras. El ritual, consistía de cuatro niveles ó cuatro puertas. En cada una, debían ingresarse quince piedras, a las cuales se les arrojaban variedad de hierbas naturales, entre ellas eucalipto,  y a continuación medidas proporciones de agua sobre las piedras.
Ángel junto al inipi
En cada una de las puertas, se invocaba un elemento de la Naturaleza, mientras se elevaba progresivamente la temperatura en cada una de las puertas, con breves descansos intermedios donde se permitía salir a reposar.  Sin embargo, si alguno de los integrantes decidía salirse del inipi, debería esperar a que finalice la puerta e ingresar en la siguiente.
A partir de la tercer puerta, comencé a sentir como incrementaba la vibración en mi cuerpo, mientras mi sudor salía a borbotones, alcanzando una temperatura muy alta, casi insoportable.
Al finalizar la ceremonia, solo unos pocos conseguimos soportar las cuatro puertas, sobretodo la última, donde sólo se conseguía respirar a pocos centímetros del suelo.
Al salir del inipi, debíamos ingresar directamente al lago titicaca. Éste se encontraba a una temperatura extremadamente fría, me zambullí en él y fue allí donde sentí en mi cuerpo una inyección de energía indescriptible, que se fusionaba con una extraña sensación de hermandad y amor incondicional, para con los otros integrantes del grupo.
Todos experimentamos las mismas sensaciones, mientras ya vestidos nos volvimos a reunir en ronda junto a la fogata, para proceder a la siguiente fase de la ceremonia.
A continuación, Ángel nos introdujo en otra de sus plantas maestras, al parecer una de las más populares en los tiempos de los Inkas de Cusco y más potentes enteógenos que tuve la oportunidad de experimentar. 
También una de las menos conocidas hoy en día. Se trataba de la Willka (Anadenanthera Colubrina), también conocida como vilca ó cebil.
Permanecimos en ronda junto al fuego, mientras Ángel nos iba llamando uno a uno y así íbamos ingresando en el interior de su vivienda.
Ángel en el interior de su casa

Recuerdo al ingresar, visualizar a ángel junto a una lámpara con luz muy tenue. Me senté en loto frente a él, mientras introdujo la medicina en polvo, en el interior de un tubo circular de madera, acercó éste a mi y tras dos fuertes soplos introdujo la medicina en cada uno de mis orificios nasales. Sentí el fuerte impacto de ésta, golpear en el lóbulo occipital de mi cerebro y al instante la luz resplandeció.
Como pude, salí del interior de la casa y regresé al grupo junto a la fogata. Me senté y a los pocos minutos. Comenzaron los vómitos.
Tras unos minutos de vomitar, acontecieron visiones de todo tipo, mandalas de colores con formas geométricas se interponían en mi ángulo de visión, rostros indígenas emergían de la hierba. La primera hora, fue así. Era muy difícil mantener los ojos abiertos y concebir lo que ante mis ojos vislumbraba. Alrededor del círculo de poder delimitado con piedras, a las cuales ángel llamaba “abuelitas”, observaba sombras humanoides y animales salvajes, entre ellos recuerdo una pantera negra que nos observaba.
Estas visiones para muchos integrantes, tornaron insoportables. Requiriendo de a ratos, la asistencia de ángel, que no cesaba de cantar y manipular su tambor chamánico.
Si bien por momentos, perdí la noción del tiempo y espacio, nunca sentí temor.
El trance, intuyo duró más de 8 horas, dejándome exhausto hasta entrado el amanecer.
Al finalizar la ceremonia, ángel nos recibió renovados con un té caliente que sabía riquísimo. Nuevamente en la cruda realidad, nada parecía haber cambiado, todo seguía en el mismo sitio. Como si de un prolongado sueño se hubiera tratado o una especie de ilusión.
Sin embargo, pude percibir una transformación en mi interior. Una parte de mi ser había muerto, dejando florecer una mariposa, que recordaría por siempre, que una vez, fue gusano.